En un mundo agitado como hoy el trabajo eficiente es una problemática que nos afecta a todos de alguna manera, es por esto que hacernos conscientes de los puntos que podemos mejorar y trabajar es fundamental para mejorar nuestro día a día.
La productividad es una habilidad que puede ser entrenada y, también, mejorada con el tiempo. Por ende, no hay excusas para no ser productivos. Solo debemos entender cómo nuestras potencialidades en función de un objetivo y sumar buenos hábitos, nos llevará al camino de la productividad máxima.
Normalmente culpamos al tiempo como la variable que impide que hagamos las cosas. Lo cierto es que hacer esto es culpar a una variable exógena. Hay que entender que la productividad no se relaciona con lo externo, sino con la capacidad de autogestionarnos.
El reptiliano, el límbico mamífero y el neocórtex. Debemos reprogramar el más básico de estos 3 (reptiliano), para que pueda alinearse con los más complejos y así tomar las decisiones correctas. De lo contrario, seguiremos respondiendo de forma instintiva a los estímulos externos y repetiremos, una y otra vez, los mismos errores.
A diario nos movemos en función de nuestros hábitos y, tal como ya lo vimos, estas acciones que repetimos diariamente tienen un efecto muy significativo en la vida. Debemos prestarle más atención a estas conductas repetidas y comenzar a elegir aquellas que nos sitúen en el camino correcto.
Todos los hábitos y comportamientos comienzan en nuestro mundo interno, por lo tanto, si a nivel mental y emocional estamos desequilibrados esto se manifestará en la vida material. Enfócate en tu autogestión para que el orden interior se proyecte afuera.
Ten en cuenta las acciones que te pueden llevar al cumplimiento de tus metas y que te encaminen a ser la persona que quieres ser, y dales prioridad. Es decir, prefiere invertir energía y dedicación en estas actividades en vez de otras que solo te desvían de la ruta.
El mañana que diseñemos puede ser una extensión del pasado o una nueva y distinta vida. Tenemos la facultad de generar cambios en nuestro destino a cada instante.
Si doblas en esta esquina y no en la otra, si te levantas temprano, si optas por A en vez de B, etc. Pequeños cambios pueden generar grandes avances en tu productividad.
De las pequeñas decisiones que tomes en tu vida y de los hábitos que insertes diariamente nacerá la productividad máxima y comenzarás a construir el futuro que quieras.
Tu mente debe estar enfocada en lo que buscas y no en lo que quieres dejar atrás. Existen dos tipos de personas, las que “crean lo que quieren” y las personas que “se alejan de lo que no quieren”. Tu energía vital debe estar a disposición de crear el escenario que quieres y, de esta forma, fluirá tu mejor energía para conseguir los objetivos que te propongas.
Etimológicamente la palabra “decisión” proviene del latín “decidere” que significa “separar cortando”, por lo tanto la naturaleza de este término es demasiado agresiva y puede generar aversión. Elegir, por otra parte, significa tener varias opciones. Nos es más fácil y agradable elegir la alternativa que nos encamine hacia nuestras metas, que “cortar” con un comportamiento que no queremos.
Hay personas muy creativas, espontáneas y flexibles, y otras muy estructuradas y ordenadas. Debemos generar un equilibrio entre ambas personalidades para funcionar adecuadamente. No nos sirve ser muy creativos si somos incapaces de organizar nuestro recursos. Tampoco debemos cegarnos en la rigidez y perder la capacidad de improvisación, que en ocasiones puede resultar vital para el logro de metas.
Nuestro cuerpo y mente necesitan rejuvenecimiento para alcanzar su máximo potencial energético, esto quiere decir que debemos respetar los momentos de descanso y generar espacios, durante nuestra jornada, para restaurar nuestra energía.
Mantente siempre en el camino de la “mejora continua”, es decir, procura ser cada día una mejor persona, siendo consciente de ti mismo, aprendiendo constantemente cosas nuevas y adoptando los hábitos que te dirijan hacia tu objetivo.